JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

Muerto y ¿bien muerto?

Es difícil imaginar un ser capaz de infundir tanta repugnancia en sus prójimos como Osama Ben Laden, el finado presunto, el buceador póstumo. Probablemente, si nos dispusiéramos a iniciar una minuciosa pesquisa que deshojara la Historia de miserias y arcanos, no daríamos con muchos canallas de maldad semejante. Sí con algunos, incluso hoy venerados.

Sin embargo, la noticia de la muerte del genocida nos proporciona un algo trágico; porque humana tragedia es contemplar a través del televisor cómo una multitud congregada entre destellos de neón arroja al aire agudos alaridos de júbilo mientras, liberados sus instintos primeros, profana al unísono la palabra "justicia". Su concepto.

Que todos deseamos la no existencia del criminal no tiene como corolario la conveniencia de sodomizar el Derecho Internacional, que es lo que ha ocurrido en esta ocasión. Pero, por encima de tal quebrantamiento, lo que encontramos es una nueva desobediencia del principio de la inviolabilidad omnímoda de la vida humana. Intocable. Sagrada. Hasta la del mismísimo Belzebul de las barbas de chivo. Hasta la de los asesinos con boina de paleto cuando el escándalo de los GAL. Y es ese discernimiento entre el espíritu y la hez lo único que confiere al ser humano su grandeza moral.

Fueron los primeros cristianos quienes alzaron la palabra --su único armamento legítimo-- contra los excesos sanguinolentos y opresores de una Roma a la que, por esas y otras circusntancias, identificaban con el Anticristo. Entonces, como ahora, el timbre de su voz rebota en las paredes, en un eco de la conciencia, cuando defiende la Vida como el Bien superior que ha de ser custodiado desde la concepción hasta su muerte natural. En nuestro tiempo, esta convicción ha sido adoptada, sacrílegamente, por el pensamiento progre o adolescente (perdón por la redundancia), travistiéndolo de lo que ha venido denominándose "buenismo" en una mudanza de la máxima moral, sustituyendo el valor sacrosanto de la vida humana por el más comodón del bienestar o la ausencia de dolor. Y así, amparándose en argumentos peregrinos, la izquierda mayoritaria tolera sin azararse, cuando no publicita hasta el extremo, formas indoloras de homicidio, mientras la derecha hegemónica, que ha conseguido agostar sus raíces cristianas, le pone una vela a Dios y otra a Maquiavelo. Y esta sí que la enciende con devoción.


Joaquín María Cruz Quintás.

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