JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

El retorno de la democracia

La esencia de la democracia viene ineludiblemente definida por la separación real de los tres poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial. Por ello y por el reconocimiento del ciudadano como sujeto libre con derechos y obligaciones para con su comunidad. De modo que, en sentido estricto, podemos afirmar que la última democracia efectiva en España no duró  más de ocho años: desde las primeras elecciones generales de 1977 hasta la decisión de Alfonso Guerra y Felipe González de pulverizar la independencia del poder judicial, previa sodomización intelectual de Montesquieu.

Afirmaba Borges que la democracia es un abuso de la estadística, y como semejante perversidad la entienden quienes se rasgan los ropajes ante la decisión de Alberto Ruiz Gallardón de devolver a España su condición de Estado democrático liberal. Es el poder judicial el que debe controlar al ejecutivo y no a la inversa. Lo contrario es propio de estados totalitarios o autoritarios, de dictaduras en las que la idea de libertad es solo metáfora del porvenir.

Mención aparte merecería el abuso del adjetivo —del sambenito— con el que la oposición (política y periodística) califica la noticia: "conservadora", "involucionista", "reaccionaria". Para ellos, regresar a una fecha pretérita es siempre sinónimo de retroceso. De lo cual se podría colegir, por ejemplo, que el Renacimiento fue, con su mirada retrospectiva a la cultura grecolatina, un atraso formidable. ¡Cráneos previlegiados!

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