La sabiduría popular estira las Navidades hasta la fiesta de San Antón, cuando la Estrella de Oriente se atomiza en mil lumbres con olor a torrezno y flor de romero, con bailes populares de museo y mocicas que se escapan, pícaras, de madrugada. Son estrellas fugaces o cometas de plazuela cuyas pavesas se recortan frente a la cal de las casonas viejas, "como si el cielo estuviera lloviznando lumbre", a decir de Pedro Páramo. La de hoy es una fiesta sin trajes de fiesta, una fiesta de ropa cómoda o con remiendos, porque es una continuación en la calle de la intimidad cálida y en familia del hogar de cada uno.
Joaquín María Cruz Quintás.