
La vicepresidenta De la Vega ha afirmado, en su discurso de apertura del Foro internacional sobre salud sexual y reproductiva, que los ciudadanos que se oponen a la nueva ley del aborto representan el segmento más retrógrado y reaccionario de la sociedad española. Sin embargo, estas palabras (azote del más elemental cimiento democrático) acaso no provoquen ya en nuestro interior aquel sentimiento de indocilidad vigorosa que nos habría consumido las tripas en otra época de mayores libertades, acostumbrados como estamos a los puñetazos un régimen gubernamental empeñado en resucitar los principios inquisitoriales del fanatismo, el sambenito y la limpieza de sangre.
Bueno está que la vicepresidenta sienta menos entusiasmo en la defensa de la vida humana intrauterina que en la de, por ejemplo, el orangután malayo o el buitre leonado. Esto es algo que se puede llegar a entender, al menos, con un simple vistazo. Y fundamentalmente porque los buitres se alimentan de carne muerta, que es el nutriente preferido de los adalides del Progreso, centinelas insomnes del planeta pajinero. (¡Qué sería de nosotros sin esta suerte de humanistas!) Pero de ahí a que estos hombres y mujeres del Renacimiento regresen al siglo XVI para achicharrar vivos los argumentos de quienes osan razonar el porqué de una aberración, señalándolos con el dedo incorrupto de María Teresa, media todo un abismo. Que por cierto es la morada cotidiana de los espíritus perversos.
Bueno está que la vicepresidenta sienta menos entusiasmo en la defensa de la vida humana intrauterina que en la de, por ejemplo, el orangután malayo o el buitre leonado. Esto es algo que se puede llegar a entender, al menos, con un simple vistazo. Y fundamentalmente porque los buitres se alimentan de carne muerta, que es el nutriente preferido de los adalides del Progreso, centinelas insomnes del planeta pajinero. (¡Qué sería de nosotros sin esta suerte de humanistas!) Pero de ahí a que estos hombres y mujeres del Renacimiento regresen al siglo XVI para achicharrar vivos los argumentos de quienes osan razonar el porqué de una aberración, señalándolos con el dedo incorrupto de María Teresa, media todo un abismo. Que por cierto es la morada cotidiana de los espíritus perversos.
Joaquín María Cruz Quintás