JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXIII)

- Chichotero: En el habla popular jaenesa era común esta voz para designar a quien vende chacinas,  fiambres, queso y charcuterías varias. Desterrada por completo del habla juvenil, todavía hoy es frecuente escuchar a algunas personas referirse al charcutero con este vocablo: "Come queso, nene, que me ha dicho el chichotero que es de lo mejorcito que hay en la plaza".

- ¡Maestro!: Vocablo procedente, como sabemos, de la voz latina magister, su origen primo es el de nombrar a quien, por su especial significación, formación o sabiduría, representa la cabeza o faro de un determinado grupo de personas. En Jaén, es muy curiosa su vinculación con el gremio de los conductores de autobús, a quienes se les suele llamar la atención con este vocativo: "Maestro, ¿queda mucho pa´ La Mancha?". O bien, tras un movimiento de volante demasiado brusco: "¡Eeeh, maestro, tenga usté cuida´o!"

Joaquín María Cruz Quintás.

Ilusionante plaza de Santa María

Una de las ventajas de la democracia radica en la aliviadora certeza de que no todo lo decide la mayoría de los ciudadanos. Existe un umbral que únicamente cruzarán si las autoridades que ellos mismos han elegido –o sus adversarios ideológicos- se lo permiten. Y el populismo es muy proclive a abrir de par en par esa puerta, fundamentalmente cuando los intereses de los políticos están a buen recaudo. 

Escribo esto a propósito de las disputas surgidas en Jaén desde que la semana pasada se presentara en la capital el anteproyecto de remodelación de la plaza de Santa María, la cual, para quien no lo sepa por no haber pasado por esta tierra todavía de paso, es la que acoge a la catedral renacentista más importante de España, camino de ser declarada Patrimonio de la Humanidad.

La nueva plaza diseñada por el arquitecto Salvador Pérez Arroyo destaca, a mi entender, por su limpieza de líneas y por una estética intelectual al servicio del templo metropolitano, supeditado a su grandeza, porque no se erige como una oposición urbanísticamente blasfema a la obra cumbre de Vandelvira, sino que se subordina a ella, en un contraste que establece claras jerarquías, pero reafirmando a su vez la propia personalidad de la que será la nueva ágora de Jaén, médula espiritual de la ciudad.

Contrasta el entusiasmo de los expertos que participaron en la Mesa de contratación del ayuntamiento (humanistas de un prestigio incuestionable, como el del autor del proyecto) con la de internautas ociosos y oficinistas despistados que vienen poblando foros y cartas al director de argumentos sencillamente idiotas, dolorosa constatación de que la cicatriz del fracaso escolar no es incompatible con el atrevimiento verbal. A esto hay que sumarle la histeria argumental del PP jaenciano, sumido en un légamo de irracionalidad y pringoso populismo que, supongo, lo acabará llevando al despeñadero.

Y por último, ¡ay!, el neopuritanismo ecologista, capaz de defender que árboles gigantescos como Polifemos sigan ocultando el frontispicio de una catedral que aspira a ser reconocida bien planetario por la UNESCO.

Una de las ventajas de la democracia radica en la aliviadora certeza de que no todo lo decide la mayoría. De vez en cuando, la sensibilidad del humanista, del buen arquitecto, del especialista acreditado tiene la última palabra.
Joaquín María Cruz Quintás

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