JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

La Belleza definitiva

(Artículo para el boletín de la Archicofradía Sacramental de la Sacra Iglesia Parroquial de San Ildefonso, de Jaén).

Como es sabido, la Contrarreforma católica del XVI impulsó la fundación de cofradías alrededor de unas imágenes titulares. Era una manera de catequizar por medio de la obra de arte, de la representación plástica, de la teatralización. De valorar la sensualidad (lo perceptible por los sentidos) como medio para acercar los misterios de la Redención al pueblo sencillo, esto es, a la mayoría de legos (o laicos). La Iglesia católica reconocía así el camino de la belleza como itinerario gozoso para acercarse a la presencia de Dios, hecho hombre en las tallas muy humanas de nuestros imagineros del Siglo de Oro. Esto es lo que, parafraseando el evangelio de Juan, podríamos definir como el principio del Verbum caro factum (“Y el Verbo se hizo carne”): la conciencia de lo carnal en estrecho maridaje con la conciencia de lo eterno.

La búsqueda de Dios por medio de la belleza supuso la imbricación palpable del neoplatonismo en la cosmovisión cristiana. Pero, ¿a qué llamamos exactamente Belleza? Desde la perspectiva platónica, la belleza es un concepto indisolublemente unido al de Verdad y al de Bondad. Porque la pulsión estética (artística) es una vivencia espiritual. Apunta hacia lo alto. Incluso para el no creyente la obra de arte supone una combustión en cierto modo mística, un acercamiento al Misterio (a lo Alto, a lo Hondo) de difícil explicación: “Ni más nuevo, al ir, ni más lejos; más hondo”. (…) “Nunca más diferente, más alto siempre”, escribió un Juan Ramón Jiménez recién casado, siempre a la búsqueda de lo inefable. Pero lo inefable --esto es, la esencia-- habita, como afirma también el poeta onubense, en el silencio, “verdadera lengua universal ¡y de oro!” 

Todos estos caminos que nos ofrece la Iglesia no son un fin en sí mismos, sino que habrían de ser transitados siempre a la búsqueda de esa presencia silenciosa de Jesús en el Misterio de la Eucaristía. Misterio por ininteligible, por inescrutable, por irracional. Pero sabemos, con Pascal, que pretender encorsetar a Dios (lo infinito) en la Razón (lo finito) es opción vana.

La Sacramental de San Ildefonso ha sabido desafiar al tiempo durante medio milenio para presentarse en la mañana del siglo XXI como portadora de ese pabilo incandescente que es la fe en el Señor Resucitado, Sacramento del Amor. Porque sus cofrades saben que es allí, en el Sagrario, donde habita la Belleza definitiva.


Joaquín María Cruz Quintás. 

Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXXI)

- Regomeyo: Esta voz es empleada en Jaén, al igual que en buena parte de Andalucía y Murcia, para referirse al desasosiego o remordimiento que puede provocar una situación especialmente comprometida, inquietante o de riesgo: "Ahora estaré yo con mi regomeyo hasta que me llame por teléfono".

- Apañado: La particularidad del empleo de este término en Jaén --convenientemente sincopado (esto es, habiendo perdido el fonema dental /d/)-- radica en su frecuente función de vocativo, habitualmente para referirse a un interlocutor a quien se está pidiendo un favor: "Anda, apañao, recoge tú la mesa".

Joaquín María Cruz Quintás.

Brasero, Tchaikovsky y adolescencia


Esta tarde fría, que se ha ido volviendo yerta con la cercanía del ocaso, mientras anunciaba prematuros laboreos en los olivares de la Loma, he decidido quedarme arrebujado junto a las ascuas de la mesa camilla, faltando a mi cita deportiva de los martes. Pretenden sustituir el brasero por modernos sistemas de calefacción que nunca podrán igualar las caricias que nos regala este aparatejo heredado de nuestros abuelos, y que con el paso de las décadas ha ido evolucionando de manera casi testimonial: desde aquellos braseros de erraj que yo no llegué a conocer hasta los actuales radiadores de aceite embutidos entre la madera del entarimado. Hace mucho tiempo leí que su origen estaba relacionado con los moros de Al-Ándalus, quienes quizá acostumbraban a dormir sobre un lecho con orificios bajo el cual situaban unas ascuas, de donde provendría su nombre. No alcanza mi memoria a verificar la fidelidad de la fuente, pero me gusta tomarla por verdadera.
 
El calor tibio del brasero es benéfico para la lectura, propicio para la escucha de música clásica, perfecto para el maridaje entre ambas. Y hoy me ha permitido reencontrarme con un compositor que acompañó mis lecturas y mis soledades, iluminadas de flexo, en la adolescencia: Tchaikovsky. Un buen amigo de los quince años, aspirante a musicólogo, me prestó varios discos del autor ruso, y durante un tiempo la dulzura romántica de sus pentagramas empapó las páginas de mis libros, también de los textos que yo mismo escribía. La adolescencia es naturalmente romántica. Pero acaso lo sea más su memoria.
 
En el recuerdo mezclo estas notas musicales con la lectura de muchas páginas sobre la historia de Jaén, con versos de Neruda o de algún autor del 27, con los largos períodos sintácticos de la prosa de Muñoz Molina. También los asocio a momentos de duda o a los primeros aldabonazos notados en mi interior ante una obra de arte.
 
Pero que quede claro: Esta reflexión, este recuerdo, es simple consecuencia de haber caído en la tentación del brasero. La carne es débil. Aunque a veces acabe estimulando el pensamiento y el espíritu.

Joaquín María Cruz Quintás

Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXX)

- Averiguar: Del vocablo latino verificare procede el doblete castellano formado por verificar (cultismo) y averiguar (voz patrimonial). Ambos términos se emplean para designar a la acción que tiene como fin último el descubrimiento de la verdad sobre una realidad determinada. Sin embargo, en la provincia de Jaén se emplea, fundamentalmente en estratos populares, con el sentido más extenso de conseguir algo o finalizar una tarea: “A ver si terminamos el montaje del mueble y dejamos ya esto averiguao”.

- Curioso: Una de las acepciones de este adjetivo es la de “limpio y aseado”, referida a una persona o incluso animal. Empero, en Jaén es habitual utilizar esta voz como sinónimo de meticuloso (en el trabajo manual), o también para referirse a cualquiera otra realidad de buen aspecto, bien cuidada o que esté bien trabajada: “Ese albañil es muy curioso en su trabajo”. “La plaza ha quedado muy curiosa después de la remodelación”.

Joaquín María Cruz Quintás

Nosotr@s no te esperamos

Esta tarde, mientras buscaba por Google noticias relacionadas con la próxima visita del Papa a España, decidí pinchar un enlace que atrajo mi atención, con una mezcla de deformación profesional e incipiente malicia, en el que se podía leer “Nosotr@s no te esperamos”. Cuando accedí a la web pude percatarme de que las autoras de tal ablación ortográfica eran unas señoras feministas, visiblemente contrariadas por la visita que el  Pontífice hará a Barcelona y Compostela la semana próxima. Seguí buscando en otras direcciones y fui encontrando afirmaciones de distinto jaez, en las que se hablaba de “regreso al nacional-catolicismo”, de un “joven hitleriano como gerente de la Iglesia católica”, de “concentración de cristianos ultras”, de su oposición al “derecho de las mujeres para decidir sobre su propio cuerpo” y otras consideraciones de una enjundia intelectual verdaderamente apabullante, de una profundidad analítica capaz de apocar al mismo Descartes y, por encima de todo, preñadas de un afán insaciable por alcanzar la verdad de las cosas.


El argumento más repetido estaba, sin embargo, centrado en la cuestión económica. A los sedicentes defensores de un Estado laico les enervaba los ánimos la sola mención del gasto que supondrá para las administraciones públicas la visita papal, teniendo en cuenta que España es un Estado aconfesional. Pero aquí se observa que, por encima de confesionalidades o aconfesionalidades, donde nos encontramos es en un Estado eminentemente analfabeto. Lo digo porque, en nuestra lengua, como es sabido, el prefijo griego a- viene a significar la negación del lexema que lo sigue, diferenciándose de  anti-, también de origen helénico, en que este último indica oposición expresa a algo o alguien. De modo que, lo que tales enemigos de la semántica –y por ende, de la Razón—persiguen no es otra meta que la instauración de un régimen contrario a la religión, a la que ellos pretenden suplantar por la ideología (ese batiburrillo de clichés) y el materialismo. Si el motivo medular de su protesta fuera el gasto público para un acontecimiento como este --que trasciende incluso los límites pastorales para alcanzar una dimensión social de amplio espectro-- se habrían magullado la cara al lamentarse por las subvenciones sin cuenta para las cabalgatas de quienes se muestran orgullosos por tener una u otra identidad sexual, para los conciertos de música que no son del gusto de todos los ciudadanos o para recibir a no sé qué equipo en su victorioso regreso a la ciudad, con tanta gente a la que no le gusta el fútbol.

En cualquier caso, bajo el trampantojo de una oposición al Papa y a su Iglesia como enemigos del Progreso, entendido como tótem conceptual o cajón de sastre de la nueva religión, se esconden otras negaciones de mayor o menor calado. A saber: 

1.- La negación de la Razón como vehículo para alcanzar la Verdad (Razón que, desde la perspectiva católica, es un sumando de la Fe), sustituida por un acopio de verdades superficiales o meramente adolescentes, eufónicas y en apariencia liberales, pero que sólo esconden propósitos fundamentalistas de exclusión social, como demuestran las actitudes mencionadas.

2.- El rechazo de la Reforma llevada a cabo a lo largo de la Transición, para postular unas normas de juego más sectarias o menos celosas de la vertebración nacional: En definitiva, el acometimiento de una segunda transición, por supuesto de cariz antimonárquico.

3.- Y en tercer lugar, habiendo visto la apariencia de quienes suelen protagonizar tales algaradas, una inexplicable enemistad con el champú, el gel de baño y el decoro estético que los hace adoptar actitudes de dudoso gusto y vestir atuendos estrafalarios o sencillamente horteras.

Y es que ya dijo Ratzinger que “si el hombre no vuelve a encontrar la Belleza no volverá a caminar erguido”. Más bien seguirá adoptando ademanes simiescos, como los tales.

Joaquín María Cruz Quintás 

Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXIX)

Contri: Resulta curioso el habitual empleo que en las capas populares jaencianas se realiza de las expresiones “contri más” y “contri menos”, deformaciones últimas de las locuciones adverbiales “cuanto más” y “cuanto menos”, que presentan en un estado intermedio de desvirtuación las formas “contra más” y “contra menos”. Ambas se emplean para contrastar afirmaciones contradictorias, si bien nunca en el sentido de locución adverbial, como en el ejemplo que sigue: “No aprobaste el año pasado que era más fácil, cuanto menos este”. Pero sí en el caso antedicho, como locución adverbial: “Contri más me esfuerzo, peor nota saco, maestro”.

Forullo: Entre las delicadezas léxico-morales que aprendí de mis alumnos baezanos, se encuentra la hermosa voz de “forullo”, muy cara a sus gustos adolescentes. Es deformación del coloquialismo “zurullo” (pedazo rollizo de materia blanda, excremento humano), el cual muestra a su vez otras desviaciones en la provincia, como es el caso de “cerullo”. Que viene a ser lo que, cuando acude uno al médico con solturas intestinales, suele designar, en plural y no sin esfuerzo de la mente, “deposiciones”.

Joaquín María Cruz Quintás 

Las sociedades enfermas

Acabo de leer en prensa la noticia del fallecimiento de una mujer en el metro de Roma a manos de un canalla que pasaba por allí, con el que estaba discutiendo sobre el orden de la fila de pasajeros para acceder al subterráneo. La noticia no dejaría de referir un horrible suceso más de la larga y morbosa lista con la que a menudo nos atiborran los noticieros, siempre bien poblados de criminales e individuos que han perdido definitivamente la dignidad y la moral. Pero al terror que entraña  el asesinato de una persona, con el agravante de una motivación nimia, tenemos que sumarle en esta ocasión el perjuicio de la desidia social: Ninguno de los testigos que ocupaban aquel andén movieron un solo dedo para impedir la mortal agresión.

Los hechos son reveladores del clima moral que lleva instalado años en nuestras sociedades del supuesto primer mundo. Al encumbramiento del Bienestar como valor supremo, le ha seguido a modo de inevitable corolario el desprecio por la vida en los casos en los que el amparo de esta ponga en peligro el mantenimiento de aquel (aborto, eutanasia, dejación de auxilio). A lo que habría que sumarle la desaparición de valores y conceptos ancestrales que han pasado a ser considerados antiguallas (como las nociones de “prójimo” o “pecado de omisión”) en beneficio de un materialismo y un individualismo erigidos en piedras angulares de una generación que se da golpes de pecho ante el altar mediático de la hipocresía, lamentando el sufrimiento de los hombres que languidecen tras el televisor, mientras huye despavorida o sencillamente calla cuando le puede oler el aliento a la desgracia ajena. Cuando ve amenazado su estatus y su vida holgada de devoto del Bienestar.

Joaquín María Cruz Quintás 




Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXVIII)

- Narria: Sustantivo femenino empleado en Jaén para aludir a la persona floja, que tiene dificultades para desplazarse o que no goza de buena salud: Estás hecho unas narrias. Es voz procedente del vascuence, y su significado es el de Cajón o escalera de carro, a propósito para llevar arrastrando sobre rodillos cosas de gran peso. Es decir, aparejo del que hay que tirar con fuerza para poder desplazarlo, al igual que con una persona impedida.

- Cachirulo: Voz derivada de cacho, cachirulo se emplea en Jaén y en buena parte de Andalucía como sinónimo de vasija  o similar. En latín se utilizaba el término caccăbus (olla), palabra que evolucionaría en latín vulgar a caccŭlus. Ese es su origen primero. De hecho, podemos encontrar concomitancias en otras lenguas románicas peninsulares, como el gallego (cacho, pedazo roto de una vasija) o en el portugués (caco, fragmento de loza). 

Términos sugeridos por Julio Gámez Gallego.

Joaquín María Cruz Quintás 

Museo ibérico de Jaén: Historia de una estafa

    Los mandamases culturetas de la Junta de Andalucía y sus pajes jaencianos de pianística sonrisa andan últimamente muy ufanos porque las obras del futuro museo de arte ibérico (ellos escribirían, al estilo anglosajón, Museo de Arte Ibérico) han alcanzado el 30% de su hechura. Incluso la alcaldesa de la ciudad –a quien sin duda prefiero frente a esa alegoría de populismo y pueril irracionalidad que representa el Pepé capitalino—se ha atrevido a afirmar con solemne melodía de trompetas que esto viene a demostrar la “apuesta tan contundente por Jaén” que tiene la Junta. Semejante aserto, que podría formar parte de una compilación de ironías históricas candidata al premio “Guinness”, adquiere por añadidura un poso de perversidad al haber sido pronunciado durante la visita de las obras de una de las mayores estafas recientes a los ciudadanos giennenses.

    Porque para la construcción del museo ibérico de Jaén se convocó un concurso, presidido por don Rafael Moneo, en el que se valorarían los proyectos que conservaran al menos parte del antiguo presidio de la ciudad. Hubo trabajos desechados por el hecho de no contemplar este posibilidad, y finalmente se alzó vencedor un ilusionante proyecto presentado por los arquitectos Álvaro Soto Aguirre y Javier Maroto Ramos, del estudio madrileño Solid arquitectura

    Pero hete aquí que, durante las obras faraónicas del aparcamiento y paso subterráneo contiguos, los muros de la cárcel antigua se fueron agrietando y acabó resultando imposible su mantenimiento. Los vestigios del antiguo edificio ya no estaban en pie, y habría que preguntarse si hubiera resultado vencedor otro proyecto de los que contemplaban el derrumbe del viejo edificio.  

    Sin embargo, el despropósito inicial terminaría tornándose en humillación (en la Junta  dirían vejación, con paga incluida) hacia la ciudad cuando se anunció a los arquitectos que su trabajo era demasiado gravoso para las arcas de una administración que se dedica a despilfarrar de manera sistemática y muy bien organizada, por lo que el definitivo se adjudicaría mediante un procedimiento muy acorde con la era “digital” que vive esta Andalucía de la quincuagésima segunda modernización: esto es, “a dedo”. Más en concreto, a un estudio de arquitectura muy vinculado con la administración autonómica, pero de talento visiblemente inferior al del legítimo ganador del concurso. 

    Así que estos son los trazos gruesos de la historia de un museo del que presumen estos caudillotes andalusíes, señores vitalicios de un régimen cuya vida se prolonga ya por varias décadas.

    ¡De lo que se entera uno, ¿verdad, usted?!


Proyecto vencedor en el concurso 


 Proyecto elegido definitivamente




Joaquín María Cruz Quintás 

Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXVII)

-          Lobino: Este es el sustantivo con el que en el habla popular de la provincia de Jaén se nombra al abultamiento que suele crecer en el cuero de la cabeza, más generalmente denominado “chichón”, palabra esta que desciende --muy desvirtuada o evolucionada-- de la latina “abscessĭo” (“tumor”). La voz “lobino” es, a su vez, deformación de “lobanillo”, que el diccionario de la RAE define como “bulto superficial y por lo común no doloroso, que se forma en la cabeza y en otras partes del cuerpo”. De la voz latina vulgar “lupĕa” procede el término “lupia”, sinónimo de los anteriores, aunque lo más probable sea que “lobino” resulte de la confusión de “lobanillo” por “lobinillo”, considerándolo erróneamente un diminutivo cuya forma no alterada por sufijación sería “lobino”.
Fue muy conocido en la ciudad de Jaén durante las primeras décadas del siglo XX un personaje peculiar conocido como “Lobinico” (miembro de la cofradía de la Vera-Cruz o de las Siete Escuadras, en cuya procesión de cada Jueves Santo participaba activamente), a cuyo generoso “lobino” en un lateral de la frente debió su apodo.

-          Airazo: Resulta curiosa la asiduidad con la que en Jaén capital se utiliza este aumentativo para designar las ventoleras que frecuentan las calles de la ciudad en los días revoltosos de otoño e invierno. Al viento mordaz que, procedente a menudo de la vecina sierra de Jabalcuz, envisca con virulencia las copas de los magnolios de la plaza de Santa María, dejando un bullicio de persianas metálicas y paraguas abandonados, los giennenses no solemos llamarlo tanto “viento” como “airazo”.


Joaquín María Cruz Quintás

Novedades en el blog

Con septiembre y el nuevo curso, he introducido algunas novedades en el blog para renovar su imagen. Son las siguientes:

- Nuevo tipo de letra, de más cuerpo y mayor legibilidad en los textos de los artículos.
- Nuevo tipo de letra, de más cuerpo y mayor legibilidad en la cabecera, aumentando considerablemente el cuerpo del título.
- La posibilidad de compartir desde el blog los diferentes textos mediante correo electrónico, así como a través de Blogger, Twitter, Facebook y Google Buzz.

Será actualizado con una frecuencia aproximada de una vez por semana.

Desprecio por la ley

El primer concepto que cruzó mi mente el pasado lunes, cuando recibí la noticia de que más de una docena de artículos del Estatuto catalán habían sido rechazados por anticonstitucionales, fue el de escándalo. Una hora después, tras escuchar las varias y opuestas reacciones de los principales partidos políticos, fui consciente de que la enfermedad que recorre nuestra grey política es, simplemente, la de la locura. Locura colectiva. Ausencia de dignidad. Desprecio por la ley.

La alegría exultante que irradiaba la vicepresidenta del Gobierno de España porque, según afirmaba, la sentencia era una derrota, “en toda regla”, del Partido Popular, me pareció por completo inverosímil. No estaba contrariada porque en un parlamento democrático español se estuviera legislando en contra de la Carta Magna, sino exactamente lo contrario. La ley, para quien sojuzga, no tiene el más mínimo valor. Todos los ardides tienen validez cuando de atacar al adversario se trata. El enemigo del Gobierno es la derecha. Pero, ¿qué derecha? La derecha constitucionalista. Con la derecha nacionalista y antiespañola pactan a menudo y sin rebozo.

Con la extrema izquierda antiespañola la amistad viene de más lejos. Octubre. 1934. Golpe de Estado revolucionario del PSOE, dirigido por Largo Caballero. Llamamiento abierto a la guerra civil. Simultánea declaración de independencia de Cataluña con proclamación del Estado catalán. El presidente de la Generalidad (ERC) escapa de la justicia republicana por las alcantarillas.

Ahora su nombre mancha el Estadio Olímpico de Barcelona –Lluis Companys- sin que nadie abra la boca.  Mientras, la fotografía de Largo Caballero cuelga de las paredes de los despachos que el PSOE tiene en el Congreso, recién redecorados.

Volvamos al presente. El Tribunal Constitucional ha exigido una interpretación no ambigua en medio centenar de artículos del nuevo Estatuto. Los nacionalistas habían elegido el equívoco para continuar con sus zarpazos hacia la independencia y el federalismo. Los textos siempre son interpretables, fundamentalmente los literarios. El deconstruccionista Paul de Man afirmó que los estructuralistas y los formalistas evadieron el “problema” de la lectura en tanto que creyeron en la posibilidad de realizar una lectura “correcta” de los textos. Una obra de autor puede estar bien o mal interpretada, propiciando así el “vértigo crítico”. Sin embargo, el lenguaje jurídico –no expresivo- ha de ser, en esencia, objetivo, limando cualquier ribete de relatividad.

El Estatuto parece ser buena muestra de lo que los estructuralistas y, más adelante, los postestructuralistas denominaron la “opacidad del discurso”. Es decir, un discurso no se refiere a ninguna realidad que exista fuera de él. Pero los nacionalistas intentan, nombrando esa hipotética realidad, crearla: denominando nación a Cataluña, finalmente lo será. Es la función declarativa de la lengua. La afirmación de la idea del poder creador del lenguaje (la poiesis griega), presente ya en las culturas primitivas.

Que la palabra tenga o no un poder divino es una cuestión que puede, quizá, ser debatida. Pero es una noción básica de la filosofía del lenguaje que el hombre sólo adquiere su conciencia por medio de la lengua. Conciencia individual y conciencia colectiva. Nombrar, nombrar, y nombrar. El arma de la palabra es más poderosa que cualquier ejército. Aunque carezca de efectos jurídicos vinculantes.

Joaquín María Cruz Quintás

Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXVI)

- Bufar: De Baeza he aprendido el significado que mis alumnos le otorgan a la voz bufar, voz onomatopéyica cuyo significado aquí es el de ruborizarse, ponerse como un tomate, abermejarse el rostro. Sin duda que se trata de un contagio semántico derivado de una de las acepciones del término como es la de manifestar la ira, cuya expresión corporal se centraliza en el rostro, que adquiere a menudo ese color.

- Charipeo: Una voz cardinalmente jaenesa es esta, que viene a significar, de manera general, “lavado de cara”. Su origen es una incógnita. Se emplea a modo de comodín para labores relativas a la limpieza y ordenamiento del hogar, o de reparación en general: “Ahora de que le dé un charipeo a la iglesia podréis entrar”.


Joaquín María Cruz Quintás 

Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXV)

- Chochopana: Adjetivo con el que popularmente se designa a la mujer escasa de iniciativa, lenta para la acción, propensa a la abulia o con una tipología sanguínea comparable a la horchata de chufa.

Muy problemente contracción del sintagma "chocho de pana", es un término empleado como sinónimo puro de "chochona".


- Follaíco vivo: Con este sintagma se nombra en el Jaén socialmente castizo —a la par que moderno— a quien se encuentra cansado en extremo. No es expresión que provenga de muy antiguo (no acostrumbraban nuestros abuelos a emplear a la ligera adjetivos de connotación sexual para nombrar realidades de otros campos), pero sus vinculaciones jaencianas resultan evidentes, fundamentalmente por el empleo exclusivo del diminutivo -ico.

JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS

Popular María-Visión


Hace unos días me topé en el televisor con la reinvención de la cadena de la Conferencia episcopal española, Popular TV. Había leído en prensa la noticia del cambio de nombre y de formato,  y he de reconocer que mi primera reacción fue de estupor. “María-Visión… ¡Vaya, vaya!”

Verdaderamente siempre consideré un logro no exento de virtudes épicas poder disminuir la calidad de la programación de aquella cadena generalista, habitualmente cursi, ayuna de intuición estética, rancia en su ausencia de innovación y dinamismo y, desde el punto de vista intelectual, más bien pobre. En definitiva, Popular TV siempre me pareció un canal rayano en el ridículo y esencialmente desfasado. Pero lo de la coletilla de “Maria-Visión” y el hecho de haber convertido su parrilla en un contenedor lleno de abuelas rezando el rosario la ha convertido definitivamente en una televisión de carcajada y golpes en la mesa.

Realmente desconozco si lo de “María” se refiere al tipo de estupefaciente del que seguramente se atiborre a menudo el autor de tal proyecto, o bien sea el nombre de la muchachita —pava y pija a manos llenas— que el otro día presentaba un programa en la sobremesa sobre cómo debíamos ir vestidos a la comunión de nuestra sobrina, incluyendo detalles sobre posibles combinaciones. Mi mujer y yo —en silencio y con los ojos como platos, iniciando levemente una sonrisa— nos miramos con incredulidad. Y callamos, sin encontrar en nuestro vocabulario nada adecuado para nombrar aquella realidad.

Si no fuera pecado, posiblemente al autor de tal aberración televisiva (vergüenza para los católicos españoles) habría que darle su merecido. Aunque fuera a modo de pellizco de monja.

Joaquín María Cruz Quintás 

Demoliciones

La archiconocida referencia funeraria a Montesquieu que en su momento realizó el instaurador en España del insulto parlamentario ha servido frecuentemente para criticar la enfermedad de un sistema en el que el espíritu de las leyes no representa sino el ensueño de una verdad inexistente, alterada y alabeada hasta la deformidad de unas leyes carentes de espíritu. Puro materialismo. Hez sólo.

El desprecio al pensador que propugnó la separación de poderes en el Estado no representa sino la tragedia del desprecio por un sistema de garantías que priorice el ejercicio del raciocinio y la praxis ética en contraposición a las lúgubres tentaciones del proverbio: Pro domo sua. Es, en definitiva, el proceso controlado –sigiloso– de demolición de la Razón como piedra angular del progreso de Occidente. Convirtiéndola, eso sí, en Ser Supremo, pero amarrándola a la columna del látigo farisaico. Idolatría de la Razón e hipocresía devienen en materialismo y muerte.

En la arrolladora instauración de este régimen, abiertamente sensual (los sentidos nos engañan, afirma Platón) pero de bodegas esquilmadas, se celebran las exequias del menos común de los sentidos. Una vez muerto este, encontraremos con facilidad el camino hacia el abismo, guiados por una suerte de heraldos mesiánicos o falsos profetas ávidos de reinventar en pocos años una civilización varias veces milenaria y de inhumar la podredumbre de la tradición.

El artificio para la consecución de sus logros es verdaderamente complejo, pero se cimienta en la contaminación de la episteme y del derecho por el sentimentalismo, siempre vinculado a lábiles nociones de progreso, libertad, solidaridad o igualdad. ¿Quién se puede oponer a ideales semejantes?

El presocrático Anaxágoras aseguraba que la razón todo lo penetra. Pero cuando viene a contravenir intereses alejados de ella –de la verdad, por tanto— los falsos profetas necesitan dinamizar otros procedimientos que capturen el entendimiento del ciudadano. Y ahí es cuando la maquinaria de lavado cerebral comienza a ejercitar sus tentáculos babeantes, y no cejará en un empeño que tiene como meta la victoria del bienestar por encima de cualquier otro valor. Esto es: La destrucción del hombre y de la sociedad civilizada. 

Joaquín María Cruz Quintás.

Ritmillos zetapariles

Zetaparo, José Luis (el argentinizador, el hundidor del país, el demagogo fetén, discreto rey del embuste — mentiroso compulsivo— parlamentario sin lustre, villano o loco, no sé) se ha sacado de la manga —cual trilero, con destreza— un aserto peregrino, generoso en su vileza. Lo que ha dicho el Maquiavelo (como lo llama la prensa), a pesar de que en el suelo los números languidezcan, es que habrá renacimiento para las próximas fechas. Y su rostro de cemento, impasible, ¡igual!, se queda.

Quizá sea que iniciemos de nuevo el Siglo de Oro, aunque parezca que vamos directos al inodoro —quiero decir que semeja que el país se va a la mierda—. ¡Siglo áureo de esplendores! También de la picaresca: una cosa parecida a lo que ocurre en España. Aunque con la diferencia que es el de arriba el que engaña.

Joaquín María Cruz Quintás

Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXIV)


- Fritico: Con esta forma del diminutivo de frito, es muy habitual en Jaén referirse a la persona (especialmente si es párvulo o bebé) que se ha quedado profundamente dormida: Cuchi tu chiquillo, se ha quedado fritico, cuchi, cuchi ahí... Ya hemos apuntado en artículos anteriores que el diminutivo en –ico se emplea en estas tierras para expresar bienestar, cariño, simpatía o similares: a gustico, calentico, bonico, etc. Por otra parte, el adjetivo frito –sin diminutivo- también se utiliza para nombrar a la persona o animal que ha perdido la vida: Lo pilló un coche y se quedó frito allí mismo.
  
- Guarnío (guarnido): Participio del verbo guarnir (dotar, proveer, equipar), se emplea para expresar el extremado cansancio físico: La Virgen, nene, no puedo más. Estoy guarnío.

Joaquín María Cruz Quintás 

Ritos

No son pocos los que acostumbran a definir los ritos, sean cuales sean sus motivaciones, como mera “parafernalia”. Y lo suelen hacer con una autosuficiencia y altanería autocomplaciente, sabedores quienes lo afirman de que se encuentran en un estadio superior del progreso del ser humano, superador de antiguallas sin valor alguno. Pero convendría aquí ser menos ligeros de pensamiento, algo más cultivados de espíritu e inteligencia y, ya de paso, intentar disimular por todos los medios la falta de generosidad con que Naturaleza dotó a los tales, porque ya se sabe que “lo que no da Naturaleza, ni Salamanca ni Baeza.” 

A esta forma de progreso en cierto modo materialista o meramente iclonoclasta ni siquiera se sustrajo la Iglesia católica, que, tras el Concilio Vaticano II, despojó de belleza sus liturgias y sustituyó la profunda perfección de Juan Sebastián Bach o la delicadeza de un Francisco Guerrero por la estupidez musical de unas guitarras maltratadas por parroquianos vestidos con camisa de leñador. Generalmente. Y así, aun hoy, bajo las bóvedas góticas, renacentistas o barrocas de nuestras iglesias se siguen escuchando canciones perfectamente ridículas, extremadamente cursis, más propias de una excursión de los Pitufos que de una ceremonia medianamente seria.

La importancia de la ritualidad estriba en que es expresión no adjetiva, sino sustantiva (aunque no exactamente medular) de una Verdad trascendente que penetra la noche de los tiempos de la existencia humana. Y el Misterio -esto es, lo inefable- tan solo puede ser expresado mediante el símbolo: “Buscando mis amores, / iré por esos montes y riberas; / ni cogeré las flores, / ni temeré las fieras, / y pasaré los fuertes y fronteras.” Sólo así podremos cruzar las fronteras de lo que no es inteligible.

Incluso desde una concepción pagana de la existencia, el símbolo es acaso el único sendero que nos conduce hacia la ciudad luminosa, hacia la Belleza: “ ¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo, / Oh, Belleza? Tu mirada infernal y divina, / Vuelca confusamente el beneficio y el crimen.”, escribe Baudelaire en Las flores del mal. La belleza (la estética artística) también habita en la fealdad. Su origen es incierto. Que se lo digan a Balzac. A Zola. “Y se puede, por eso, compararte con el vino.” Pero en la tradición occidental, desde hace más de dos mil años, la idea del vino ha superado el umbral del simbolismo para hacerse en sí mismo Vida, Misterio. Dios en persona.

¿Se puede, teniendo conciencia de cuál es el embrión de la cultura, despreciar la trascendencia del rito? 

Joaquín María Cruz Quintás

Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXIII)

- Chichotero: En el habla popular jaenesa era común esta voz para designar a quien vende chacinas,  fiambres, queso y charcuterías varias. Desterrada por completo del habla juvenil, todavía hoy es frecuente escuchar a algunas personas referirse al charcutero con este vocablo: "Come queso, nene, que me ha dicho el chichotero que es de lo mejorcito que hay en la plaza".

- ¡Maestro!: Vocablo procedente, como sabemos, de la voz latina magister, su origen primo es el de nombrar a quien, por su especial significación, formación o sabiduría, representa la cabeza o faro de un determinado grupo de personas. En Jaén, es muy curiosa su vinculación con el gremio de los conductores de autobús, a quienes se les suele llamar la atención con este vocativo: "Maestro, ¿queda mucho pa´ La Mancha?". O bien, tras un movimiento de volante demasiado brusco: "¡Eeeh, maestro, tenga usté cuida´o!"

Joaquín María Cruz Quintás.

Ilusionante plaza de Santa María

Una de las ventajas de la democracia radica en la aliviadora certeza de que no todo lo decide la mayoría de los ciudadanos. Existe un umbral que únicamente cruzarán si las autoridades que ellos mismos han elegido –o sus adversarios ideológicos- se lo permiten. Y el populismo es muy proclive a abrir de par en par esa puerta, fundamentalmente cuando los intereses de los políticos están a buen recaudo. 

Escribo esto a propósito de las disputas surgidas en Jaén desde que la semana pasada se presentara en la capital el anteproyecto de remodelación de la plaza de Santa María, la cual, para quien no lo sepa por no haber pasado por esta tierra todavía de paso, es la que acoge a la catedral renacentista más importante de España, camino de ser declarada Patrimonio de la Humanidad.

La nueva plaza diseñada por el arquitecto Salvador Pérez Arroyo destaca, a mi entender, por su limpieza de líneas y por una estética intelectual al servicio del templo metropolitano, supeditado a su grandeza, porque no se erige como una oposición urbanísticamente blasfema a la obra cumbre de Vandelvira, sino que se subordina a ella, en un contraste que establece claras jerarquías, pero reafirmando a su vez la propia personalidad de la que será la nueva ágora de Jaén, médula espiritual de la ciudad.

Contrasta el entusiasmo de los expertos que participaron en la Mesa de contratación del ayuntamiento (humanistas de un prestigio incuestionable, como el del autor del proyecto) con la de internautas ociosos y oficinistas despistados que vienen poblando foros y cartas al director de argumentos sencillamente idiotas, dolorosa constatación de que la cicatriz del fracaso escolar no es incompatible con el atrevimiento verbal. A esto hay que sumarle la histeria argumental del PP jaenciano, sumido en un légamo de irracionalidad y pringoso populismo que, supongo, lo acabará llevando al despeñadero.

Y por último, ¡ay!, el neopuritanismo ecologista, capaz de defender que árboles gigantescos como Polifemos sigan ocultando el frontispicio de una catedral que aspira a ser reconocida bien planetario por la UNESCO.

Una de las ventajas de la democracia radica en la aliviadora certeza de que no todo lo decide la mayoría. De vez en cuando, la sensibilidad del humanista, del buen arquitecto, del especialista acreditado tiene la última palabra.
Joaquín María Cruz Quintás

Washington adamascado

“Zeeetaaa, Zeeetaaa, ¿por qué me persigues?”. Zetaparo de Tarso ha escuchado una voz que se desploma desde lo alto, como tormenta de maná metálico, haciéndole probar de un costalazo el polvo del camino. Zetaparo I, el argentinizador de las Españas, ha perdido la luz de sus ojos ante el tremor que provoca el tronitronar iracundo del dios del capitalismo. Súbitamente ebrio de una fe que sólo los conversos han sentido incendiando su alma, ha embridado su caballo (metáfora de los españoles) y lo ha fustigado hacia la Tierra de promisión, la que habita el Sumo Pontífice del capital, el primer Papa negro. “¡No al Mal, no al Capital!”, berreaba la bruja Avería en la Televisión pública de los años ochenta, cuando los pesoístas españoles comenzaban a urdir ensayos, aún embrionarios, de la socialización política de infantes y adolescentes. Pero Zeta, aunque no ha venido a abolir la Ley ni los Profetas, sino a hacer cumplir hasta la última coma, se dirige a las multitudes (a la Ciudadanía) con su Sermón de la montaña bajo el brazo, porque hay que matizar algunas cosillas.

En el proceso de conversión del presidente se pueden apreciar diferentes etapas, como diferentes son las vías, según la teología cristiana, que los místicos han de recorrer hasta la unión íntima con Dios. La vía purgativa consiste en la limpieza de todo que puede alejar al hombre del dios-capital: “Hay que ser socialista antes que marxista”, clamó la voz del Precursor en el desierto hace ya unos poquitos años. La segunda vía, la iluminativa, alcanza su cenit cuando el alma, fidedigna pupila de la moral escolástica, se deleita con la mirra que destilan los labios presidenciales al contemplar por vez primera a Su Santidad, el Papa negro. Finalmente, la vía unitiva tiene lugar cuando el argentinizador de las Españas toca con su mano el manto del Ungido americano, y este percibe cómo una gracia ha salido de él.

Zeta está sintiendo que su cuerpo levita, que vive sin vivir en él, con arrimo y sin arrimo, que todo él se va consumiendo mientras, tras saludar al Sacerdote y oprimir el envoltorio de su carne, realiza ímprobos esfuerzos por mantener herméticos los esfínteres, desvanecidos como margarina Ligeresa.

Zetaparo le ha enmendado la plana a los textos evangélicos y ha pensado que, mejor que eso de “La verdad os hará libres”, estaría estotro de “La libertad os hará verdaderos”. Lo anterior quizá le parezca una mariconada de frase. Bueno, una gilipollez y gilipolleza de frase. Zetaparo tiene la fe irracional del cruzado, del iluminado, del fanático, y ahora cree en la diosa Libertad por encima de todo. Al presidente convertido hasta le parecen divinas las expresiones de religiosidad en el ámbito público, y ya no juzga como reaccionarios a quienes se santiguan fuera del templo.

Lo que ocurre es que Zetaparo de Tarso se ha vuelto ahora un liberal. O, por ser más precisos, un libérrimo-liberrísimo. ¿Alguien lo duda todavía?

Joaquín María Cruz Quintás 

Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXII)

- Calentura: Con este vocablo, funcionando como sustantivo masculino (“Ese gachón es un calentura”) se solía designar en estas tierras al varón cansino, incordio o, más jaeneramente, pejiguera. Hoy en franco desuso, es voz propia de niveles socioculturales bajos.

- A lo primero, entremedias, a lo último: De empleo todavía muy frecuente en niveles diastráticos bajos, forman un grupo de construcciones locativas con las que aún muchos giennenses se refieren al principio, mitad y fin de una secuencia. Vienen a ser, asimismo, los términos con los que los alumnos menos aventajados de Secundaria identifican en una narración el planteamiento, el nudo y el desenlace.

Joaquín María Cruz Quintás

José Ortiz de Pinedo (1880-1959). La singularidad de sus narraciones femeninas

Extracto de la exposición realizada por el autor en el Salón de Grados de la Universidad de Jaén el 21 de febrero de 2010, que resume las trazas fundamentales del trabajo de investigación con el que ha obtenido el Diploma de Estudios Avanzados (DEA), dentro del Programa de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanomericana (La Edad de Plata).

[...]
Seguidamente, intentaré trazar las líneas maestras de la estructura sobre la que se cimienta mi trabajo de investigación, titulado La novela de quiosco de José Ortiz de Pinedo (1880-1959). La singularidad de sus narraciones femeninas. [...]
La primera parte del mismo está diseñada para esbozar el contexto social y literario en el que nace el subgénero de las novelas de quiosco.
La segunda parte de la tesina se centra ya plenamente en la figura de José Ortiz de Pinedo, realizando un recorrido por sus episodios vitales más relevantes, acercándonos al vasto corpus de su producción literaria y centrando nuestros esfuerzos en el análisis de aquellas novelas de quiosco con protagonista y temática femeninas.

En la línea de la mayoría de escritores que cultivaron la novela de quiosco en las décadas iniciales del siglo XX, José Ortiz de Pinedo dedica buena parte de su producción a la temática rosa, amorosa o galante focalizada desde un prisma femenino, asunto de gran interés para la mujer lectora que podríamos llamar “de mesa camilla”. De entre estas obritas, hemos destacado por su interés social aquellas que narran la historia de una mujer que busca una nueva y a menudo imposible vida, espacialmente lejana del ámbito familiar, que la libere del corsé asfixiante impuesto por una sociedad excesivamente rígida y liberticida cuando de la mujer se trata. Nuestro autor se mostrará en ellas fiel al ideal novelístico que él mismo confesó a Julio Cejador en una carta:

Reproducir la vida con toda fidelidad... y sin retórica; tal debe ser –en mi opinión– el ideal del arte; pero (…) copiando de la realidad solamente aquello digno de copia, esto es, excluyendo lo feo y lo avieso, que de ambas cosas no puede el arte, por buena voluntad que tenga, extraer algún placer estético. Decir, sí, toda la verdad de la vida, pero cuidando de poner un poco de luz sobre sus miserias y dolores; porque pintar por pintar lo feo y repugnante es convertir el arte de señor en esclavo, y el arte debe ser soberanía.

Las obras que hemos analizado, porque conforman el cuerpo de ese grupo de novelas femeniles, son Eva Curiosa, La dulzura de amar, La novelera y La aventurera de los sueños.
Todas ellas narran historias que se enmarcan en el ámbito de la sociedad burguesa e incluso de la aristocracia, fuertemente dominadas por una concepción falocrática de las relaciones familiares y sociales, lo cual tendrá como corolario la avidez de libertad de la mujer (de la hija), portadora de una mentalidad abierta y propicia para la rebelión femenina.
La literatura y la gran urbe se erigirán en proyecciones de esa otredad liberadora que habría de manumitir a la mujer de su estado de postración ante el varón. Pero en la praxis surgirá a menudo el permanente conflicto entre deseo y verdad –entre romanticismo y realidad- que irá truncando las esperanzas de las diversas protagonistas, quienes se toparán con el muro bien cimentado de la obstinación familiar, del permanente celo de las convenciones sociales (aun cuando estas, como a veces reconoce el padre, no atiendan a la razón), de la absurda y permanente negación de lo desconocido (concebido como necesariamente pecaminoso) y de toda concepción de la vida femenina que pudiera convertir a la mujer en piedra de escándalo, aunque fuera por motivaciones ridículamente pacatas.
De gran relevancia en la trama de las obras es la figura del padre oponente (carente de maldad pero cegado en su obsesión de mantener el esquema social y familiar dominante), que será el icono de la frustración femenina. Los padres de las diferentes protagonistas serán presentados como seres ayunos de sensibilidad, excesivamente pragmáticos, tradicionalistas y restrictivos, de poca liberalidad y socialmente elitistas. Junto a esta figura, será también de gran importancia la del varón amante -libertino impenitente- cuya ausencia de escrúpulos, materialismo y mezquino interés crematístico, amén de una insultante hipocresía, harán crecer ante el lector la evidencia del contraste entre la verdad humana de la mujer y la poca autenticidad que, en la doble vertiente (bondadosa y maliciosa) del padre y el amante, representa el varón.
Esta verdad o trascendencia última de la mujer hallará reflejo en su interés por toda manifestación del espíritu humano, en contraposición al varón. Así, las protagonistas mostrarán una inclinación natural hacia todos los modos de expresión artística (primando siempre el factor emocional o suprarracional sobre cualquier otro), transmitirán al lector su gran capacidad de empatía para con los sufrientes y un anhelo de trascendencia religiosa expresada con frecuencia a lo largo de las obras, e incluso deformada de manera ocasional en una actitud negativa hacia la vida terrena, tras la experiencia del fracaso.
Esta sensibilidad general también se desfigurará en no pocas ocasiones hacia un sentimentalismo cursi en la mujer protagonista, impostado a menudo por algunos de los amantes, y generalizado en la voz narrativa –a veces de un patetismo efectista–, que toma como propia esta inclinación estética tan próxima a la burguesía, como hemos analizado a lo largo del trabajo. Se trata, pues, de una tendencia que el narrador absorbe desde sus voces femeninas, en colisión con la racionalidad asentimental de los personajes varones, proyectando así el gusto de las lectoras modelo de este tipo de literatura.

Los personajes.
Es frecuente encontrar en las novelitas de quiosco algunos personajes que, si bien no responden en absoluto a la tipología del personaje plano, sí que vienen a representar un estereotipo o modelo social muy evidente. Es el caso de los relatos que nos ocupan, en los que siempre observamos a las claras la presencia de un personaje protagonista o principal enfrentado a los esquemas mentales de un antagonista, su padre (el varón dominante). Sobre esta sencilla base pivotan estas narraciones, si bien en todos los casos irán apareciendo otros personajes, de mayor o menor relevancia, entre los que, de manera lógica, descuella el amante de la mujer. Si volvemos la vista a algunas de las teorías narratológicas, convendremos que no es complicado encasillar a las protagonistas en el andamiaje conceptual que sobre los personajes narrativos han ido urdiendo. Veamos:
La figura del héroe la representarían las protagonistas femeninas, luchadoras insaciables en pos de la libertad que anhelan, quienes vendrían a ser lo que Propp denomina fuerza temática orientada o Greimas, sencillamente, sujeto. El bien amado o deseado lo representan los amantes o pretendientes, si bien en algunos casos estos se revelan como falso héroe o traidor y, por tanto, en oponente. Podríamos incluso pensar que la misma idea de libertad podría erigirse, en todas las novelitas, en personaje conceptual.
Centrándonos en los personajes citados, aludiremos a cómo Ortiz de Pinedo decide ir moldeándolos en virtud de su origen, lenguaje, personalidad, situación social, ideología y, en definitiva, comportamiento, como actantes que son del relato. En este sentido, resulta evidente el origen acomodado de la familia de las protagonistas en contraposición con los de sus amantes. Esto tendrá también implicaciones ideológicas que supondrán de nuevo trabas en la relación amorosa, y no por ellas, quienes parecen mantenerse al margen de la política, sino por sus padres. De esta manera, por medio de los personajes principales, se esboza levemente una pintura de la situación sociopolítica que se venía forjando en España durante los años del bipartidismo restauracionista, con el auge de movimientos proletarios que estallarían con posterioridad.

No se aprecia en ninguna de las novelitas un lenguaje excesivamente disonante entre personajes, más bien unificado, incluso en el caso del relato La novelera, si bien Candelas, la protagonista, presenta muestras de relajación lingüística que no podemos calificar de muy significativos. En las otras obras, desde un punto de vista diafásico y diastrático, los agonistas (mujer protagonista y padre represor) suelen interactuar empleando eminentemente el nivel formal de la lengua, en el primer caso, y el nivel común-culto en el segundo. En dicho nivel culto habríamos de incluir esa vuelta de tuerca que supone el empleo de un lenguaje almibarado o redicho. En cualquier caso, la correspondencia entre lenguaje y situación es evidente.
Para la caracterización de los personajes, en las cuatro obras se alternan el diálogo, predominante junto a la narración de los hechos y las descripciones (etopeya y prosopografía), el ejercicio narrativo omnisciente y, en ocasiones, el monólogo interior, con frecuencia en la voz del narrador por medio del estilo indirecto libre.
El monólogo introspectivo irá forjando un cauce por el que fluyan los pensamientos y la conciencia de las protagonistas y de sus padres, recurso gracias al cual el lector va a ir construyendo mentalmente y de manera progresiva esas ideaciones que son los personajes, forjados en una sucesión de secuencias en las que sus posturas antagónicas se van definiendo de manera cada vez más nítida ante el lector. Por consiguiente, la función de los personajes principales dentro de cada relato queda perfectamente definida en su relación con los demás (oposiciones binarias, principalmente) y con la acción (tema) de la búsqueda de la libertad y de la verdad de la vida. El resto no pasa de ser un conjunto de personajes menores o meramente accidentales, formando parte de escenas que podríamos denominar de situación, en las que en nada se profundiza, frente a las escenas de personaje, donde hay cabida para una mayor perforación en la conciencia de los mismos, y que tiene como epicentros a los tres antedichos.

Narrador y narración. Espacio y tiempo.
En todas las novelas aparece la figura de un narrador heterodiegético omnisciente en tercera persona que elabora un discurso principalmente referencial (narración objetiva de hechos), aunque en ocasiones descriptivo, valorativo y también universal (en tanto que extrapolable a una generalidad conceptual).
Las acciones se nos van presentando de acuerdo con un esquema de composición lógica, esto es, siguiendo un orden cronológico o causal, y pivotando alrededor de un conflicto de fuerzas muy evidente¬. Este conflicto de fuerzas suele comenzar habitando exclusivamente un ámbito externo, el de la vida social, más superfluo, aunque paulatinamente podrá ir virando hacia un trance de marcada interioridad, que llegará incluso hasta el tormento espiritual.
El tiempo del discurso es claramente menor al tiempo de la historia. Para ello, Ortiz de Pinedo se sirve de recursos o movimientos narrativos como el resumen o las elipsis varias que provocan saltos en el tiempo, aunque no es menos cierto que las descripciones puedan ralentizar el tempo de las narraciones, que sin embargo podemos calificar de ágil en todos los casos, como corresponde a su género. En las diversas escenas dialogadas (discurso directo o dramático) y en algunos párrafos narrativos, el tiempo del discurso y el de la historia se igualan, como también sucede en otras ocasiones en las que la protagonista principal o (anti)heroína, realiza un sumario progresivo, adelantando en su mente la felicidad que le supondrá esa nueva vida que la libre de sus ataduras.
El espacio de las novelitas es diverso, en ocasiones abierto (paseos por Madrid e incluso París, símbolo de la libertad) y en otras cerrado, preferentemente urbano (la protagonista ha huido del pueblo a la búsqueda del cosmopolitismo) y realista, aunque las tres heroínas lo cubran con una pátina de fantasía y ensoñación.
El movimiento argumental se articula desde un punto de partida (el estado de desesperación de la protagonista) para llegar al momento culminante de toda la acción (su fracaso). Ambos instantes son, por tanto, términos del movimiento argumental, que actúan como costuras de una herida o como jambas abrazando toda la secuenciación de los relatos, que suceden en un espacio y tiempo concreto y variado. Espacio y tiempo son, por consiguiente, los centros organizadores, temáticos, de los principales acontecimientos argumentales de las cuatro narraciones, a las que llenan de vida. Porque todos los elementos abstractos de las novelas sólo adquieren cuerpo de realidad a través de la concreción de un tiempo y un espacio determinados y muy claramente delimitados en estas obras. Los espacios interiores descritos son un boceto del sofocante hogar burgués, por la morosidad descriptiva general y, en concreto, la de objetos provistos de una especial fuerza evocadora de lujos y exotismos diversos. El lector medio podía así penetrar y recorrer con su mirada los lujosos y espaciosos hogares de las clases medias-altas y altas, lo cual nunca ha estado exento de cierta —y acaso insana— curiosidad.
La descripción demorada que apreciamos en estas novelitas coadyuvarán a la definición de las protagonistas y de otros personajes relevantes, en tanto que no son sino metáforas de estos, bosquejando así los retratos principales también mediante el recurso de la descriptio.
Cabe mencionar la repetición de personajes que se observa en dos de estas novelas (Eva Curiosa y La aventurera de los sueños), hecho que no impide la autonomía absoluta de ambas obras. Es este un recurso de cierta habitualidad en las narraciones de quiosco de la época —destacaron los casos de Antonio de Hoyos y Álvaro de Retama—, planteándose estas reiteraciones a modo de sencillo engarce diegético entre relatos, formando un continuum.

Tras meses de investigación y lecturas de y sobre José Ortiz de Pinedo hemos de llegar a una conclusión que bien podríamos resumir con el sintagma éxito editorial. Sin embargo, a la hora de realizar nuestro análisis, no sería justo detenernos en un estadio meramente social, porque Ortiz de Pinedo fue, desde el punto de vista literario, un buen escritor.
Probablemente, no estemos hablando de un grandísimo hallazgo artístico ni de un prosista sensacional o dotado de unas virtudes incomparables, pero el cuerpo de su prosa resulta de una solidez notable y su dominio de las diversas estructuras textuales es evidente. Un escritor muy correcto o, si se quiere, un solvente arquitecto del idioma, buen narrador de historias.
En definitiva, José Ortiz de Pinedo consiguió recrear en sus novelitas, con indudables aciertos —y, en ocasiones, no escasa valentía— los conflictos sociofamiliares a los que se tuvo que enfrentar la mujer de la época, y lo hizo con una prosa sólida y de notable presencia, lo cual es, creemos, motivo suficiente para rescatar del olvido la narrativa de un jaenés casual que encontró la fortuna en la capital del Reino.

Muchas gracias.

Joaquín María Cruz Quintás 



Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXI)

-Saquito: Vocablo hoy en casi completo desuso, fue muy habitual hasta hace unas décadas. Con la voz saquito se designaba en Jaén, y lo siguen haciendo las personas mayores, a la prenda que ahora denominamos con el anglicismo jersey: “Cuchi qué saquito más bonico he encontrado para ti en el mercadillo.” Incluso está presente en el título de una obra narrativa de Emilio Luis Lara López ambientada en la capital giennense, Una ciudad de saquito que oía a Bach, publicada por la Diputación Provincial.

- Lumbre(s): La voz lumbre adquiere en Jaén una particularidad muy de la tierra, en tanto que se vuelve sustantivo contable y se pluraliza cuando enero alcanza su ecuador, en las fiestas dedicadas al patrón de los animales, San Antonio Abad (San Antón). En la fiesta de las lumbres de San Antón, que recuerdan la tradición agroganadera de la ciudad, se prenden numerosas hogueras alrededor de las cuales el mocerío danza al son de los melenchones, el baile más castizo de Jaén, mientras los vecinos se indigestan de rosetas, cumpliendo así con la costumbre.

Joaquín María Cruz Quintás 

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