Andan a la gresca políticos y opinadores a propósito del nombre más apropiado con el que aludir al río de millones de euros que Europa ha vendido a España. ¿Es un rescate o una línea de crédito? En puridad, ambos términos son perfectamente correctos desde el punto de vista denotativo.
España ha solicitado un préstamo por el que, como es lógico, tendrá que pagar unos intereses. Y dicho préstamo no ha sido pedido por gusto o para financiar un proyecto cualquiera, sino para salvar al 30% del sistema bancario español (fundamentalmente cajas de ahorro previamente exprimidas y arruinadas por nuestros políticos, explotadas para financiar megaproyectos que quedaron sin pagar). Sin embargo, las reticencias del Gobierno -y el interés de la oposición- a emplear el término "rescate" vienen determinadas por el contexto político-económico internacional. Y es que dicho sustantivo ha sido empleado durante los últimos meses como sinónimo de "intervención" o "pérdida de soberanía", por lo que se ha venido impregnando de una suerte de superestrato semántico de reminiscencias greco-lusas que no es aplicable, bajo ningún concepto, a la realidad de este préstamo a España.
Semejante identificación (y la fluctuación de significados) es generadora de dudas e incertidumbres perjudiciales para la "confianza", ese concepto totémico y extraordinariamente lábil que determina de manera práctica la muy concreta realidad de nuestras vidas.
España ha solicitado un préstamo por el que, como es lógico, tendrá que pagar unos intereses. Y dicho préstamo no ha sido pedido por gusto o para financiar un proyecto cualquiera, sino para salvar al 30% del sistema bancario español (fundamentalmente cajas de ahorro previamente exprimidas y arruinadas por nuestros políticos, explotadas para financiar megaproyectos que quedaron sin pagar). Sin embargo, las reticencias del Gobierno -y el interés de la oposición- a emplear el término "rescate" vienen determinadas por el contexto político-económico internacional. Y es que dicho sustantivo ha sido empleado durante los últimos meses como sinónimo de "intervención" o "pérdida de soberanía", por lo que se ha venido impregnando de una suerte de superestrato semántico de reminiscencias greco-lusas que no es aplicable, bajo ningún concepto, a la realidad de este préstamo a España.
Semejante identificación (y la fluctuación de significados) es generadora de dudas e incertidumbres perjudiciales para la "confianza", ese concepto totémico y extraordinariamente lábil que determina de manera práctica la muy concreta realidad de nuestras vidas.