JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

Retazos de fraseología y léxico jaenés (XXXVII)

- Apechusque(s): Tal es la denominación que, en el ámbito agropecuario de la provincia jaenesa, reciben los enseres, viandas o utensilios empleados en en el cultivo del labrantío. Su uso se extiende por buena parte del arco meridional español, incluyendo la región murciana. Su origen habría que vincularlo con la voz latina apparium (aparejo), que viene a ser la génesis etimológica del término apero, de más amplio uso.

- Penco: En Jaén se designa con este término al sujeto que da muestras manifiestas de torpeza, inutilidad o insuficiencia. Es voz que hay que relacionar de manera directa con penca, empleada para nombrar al tallo de algunas hortalizas, es decir, a su parte menos provechosa.

Joaquín María Cruz Quintás.

El Papa, sus divisiones y algunos mentirosillos


          Entre las formidables realidades que ha generado la visita del Papa Benedicto a España en las últimas fechas, acaso la más llamativa o espectacular haya sido la del inmenso caudal de fe que ha propiciado la mayor concentración de personas de que se tiene memoria en España. Esta es la Iglesia que se presupone muerta. A otras asambleas cuyos manifestantes caben juntos en un estadio de Segunda división B se las llama “Spanish Revolution”. Que queda muy universal . Católico, por tanto.

Pero nada tan asombroso de lo acontecido en estos días, por encima de esas pacíficas divisiones armadas con doble mejilla, como el desconcierto de determinados medios de comunicación ante semejante avalancha de jóvenes católicos. Escribió Santo Tomás de Aquino que existen tres tipos fundamentales de mentiras: la útil, la humorística y la maliciosa. Desde luego que, hojeando lo que es difícil de ojear, uno llega a la conclusión de que es mérito indiscutible de algunos periodistas ser epítome o compendio del triple concepto del santo. Porque, siendo claro que faltar a la verdad de manera sistemática es --al menos desde Goebbels-- un arma de la máxima eficacia, no lo es menos que para recurrir a tales ardides es necesaria una dosis generosa de malicia (más bien de maldad) en la sangre. Finalmente, resulta imposible completar páginas enteras de periódicos mintiendo sin que al lector medio avisado se le esboce una sonrisilla en la boca, porque la situación humorística no tiene por qué ser intencionada.

El miedo u odio a la Verdad se puede manifestar de diversas formas:  Oponiéndose tozudamente a aquella (esto es, mintiendo), pero también negando su propia existencia, aprovechando que es una realidad conceptual. Esta ha sido una máxima para muchos desde el pretorio de Pilato (“¿Y qué es la verdad?”), y ha desembocado finalmente en ese relativismo vacuo que combate el Papa con denuedo y contra el que ya se reveló Antonio Machado (“¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”). Nietzsche fue otro gran increyente de la verdad, a la que definió como una “hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos”. Pero lo de estos periodistas tiene que ver más con lo de por el mar corre la liebre que con la filosofía alemana del XIX.

Lo curioso es que su repulsa del hecho religioso viene motivada por una presunta e ilimitada fe en la diosa Razón, a quien, sin embargo ni rubor, cada vez que la ocasión lo requiere le dejan el trasero para el desguace. Siniestro total. Al cabo, lo de izquierda es un vasquismo innecesario.


Joaquín María Cruz Quintás.

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