Entre las formidables realidades que ha generado la visita del Papa Benedicto a España en las últimas fechas, acaso la más llamativa o espectacular haya sido la del inmenso caudal de fe que ha propiciado la mayor concentración de personas de que se tiene memoria en España. Esta es

El miedo u odio a la Verdad se puede manifestar de diversas formas: Oponiéndose tozudamente a aquella (esto es, mintiendo), pero también negando su propia existencia, aprovechando que es una realidad conceptual. Esta ha sido una máxima para muchos desde el pretorio de Pilato (“¿Y qué es la verdad?”), y ha desembocado finalmente en ese relativismo vacuo que combate el Papa con denuedo y contra el que ya se reveló Antonio Machado (“¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”). Nietzsche fue otro gran increyente de la verdad, a la que definió como una “hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos”. Pero lo de estos periodistas tiene que ver más con lo de por el mar corre la liebre que con la filosofía alemana del XIX.
Lo curioso es que su repulsa del hecho religioso viene motivada por una presunta e ilimitada fe en la diosa Razón, a quien, sin embargo ni rubor, cada vez que la ocasión lo requiere le dejan el trasero para el desguace. Siniestro total. Al cabo, lo de izquierda es un vasquismo innecesario.
Joaquín María Cruz Quintás.