Zetaparo, José Luis (el argentinizador, el hundidor del país, el demagogo fetén, discreto rey del embuste — mentiroso compulsivo— parlamentario sin lustre, villano o loco, no sé) se ha sacado de la manga —cual trilero, con destreza— un aserto peregrino, generoso en su vileza. Lo que ha dicho el Maquiavelo (como lo llama la prensa), a pesar de que en el suelo los números languidezcan, es que habrá renacimiento para las próximas fechas. Y su rostro de cemento, impasible, ¡igual!, se queda.
Quizá sea que iniciemos de nuevo el Siglo de Oro, aunque parezca que vamos directos al inodoro —quiero decir que semeja que el país se va a la mierda—. ¡Siglo áureo de esplendores! También de la picaresca: una cosa parecida a lo que ocurre en España. Aunque con la diferencia que es el de arriba el que engaña.
Joaquín María Cruz Quintás