JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

Tirana Aído

El abandono de la Razón y la liquidación por asfixia de la Conciencia en beneficio de la rentabilidad política constituye probablemente la más cruel enfermedad de nuestro tiempo. Las grandes utopías de la historia de la Humanidad crearon los mayores monstruos jamás imaginados, toda vez que, arrumbados los dos conceptos antedichos, hicieron naufragar repetidamente al género humano, narcotizándolo, eso sí, con palabritas verdaderamente preciosas. Las crueldades más terribles de la historia fueron siempre envueltas con el celofán de la bonhomía.

La propuesta de modificación de la ley del aborto que propone el ministerio de Bibiana Aído podría ser asimilada -si nos atenemos a argumentos meramente racionales- al de los totalitarismos más despreciables que haya conocido el hombre. Afamados son los experimentos de ingeniería genético-social que propugnó y llegó a consumar el nacional-socialismo alemán. Aunque el partido de la Aído parece haber perdido por momentos el marbete de nacional, no así el regustillo por sozializar desde la genética.

La nueva ley aboga por el aborto libre hasta los tres meses y medio, que suponemos es el momento en el que al feto se le infunde con precisión la vida humana. Es algo, verán, fácilmente deducible. Catorce semanas. Salvo en el caso de que el nasciturus tenga malformaciones, pongamos que Síndrome de Down. Entonces, se le podrá enviar gratis al cubito de la basura hasta los cinco meses y medio porque, hombre, no compare usted a un nene normal con otro retrasadillo. No sirve lo mismo.

La crisis de la conciencia que azotó Occidente a finales del siglo XIX y principios del XX acabó por elevar a los altares intelectuales la idea de Vitalidad, nuevo becerro de oro de Occidente, por encima de la propia Razón, y también de la Conciencia. Nietzsche percutió el andamiaje conceptual de aquellos años. Nietzsche y su concepto extramoral de la verdad. La idea de pecado –de raíz religiosa, pero no necesariamente vinculada con la piedad- fue cuestionada por muchos. Baroja, verbigracia. El concepto de amoralidad se impone en muchos frentes, y nada que la recuerde dejará de ser despreciado, porque la moral es resignación, tristeza, negación vital. Es la concepción antagónica a la de “la vida en colores, coño”, que diría el furtivo. Nosotros a esa nueva deidad de cartón piedra la hemos denominado, en artículos anteriores, Bienestar.

El dios Bienestar se revela en nuestros días como la cúspide de la pirámide de la idolatría materialista, esto es, deshumanizada. Sus sacerdotes lo presentan a diario como un ente de apariencia angélica, e incluso con forma de mujer rubia, joven y pija, aunque analfabeta y lerda. Pero ellos mejor que nadie conocen la dimensión exclusivamente comercial de esta fe. Intercambio de conciencias, dignidad y votos. De poder y de dominio. Fraudes y dinero. Hipócrates a subasta. Sangre.

Quizá nunca le veamos la cara al ángel exterminador. Pero sí vemos todos los días en la prensa la de quienes, para su mero rédito electoral, sólo buscan exterminar a los ángeles.
Joaquín María Cruz Quintás

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