JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

14 de abril

Hoy, 14 de abril de 2009, se conmemora el septuagésimo octavo aniversario de la proclamación de la II República española. Algunos lo que recuerdan es el génesis de una supuesta Arcadia feliz que (según aseguran sin rebozo ni atisbo alguno de cultura) existió “en este país” desde 1931 a 1936. O a 1939 en parte del territorio nacional -digamos estatal, para evitar incómodas confusiones.

La proclamación de la II República en España es uno de los hechos históricos más irracionales o estrambóticos de nuestra historia. Tras unas elecciones municipales, que acaban siendo tomadas como plebiscito, en las que los partidos monárquicos prácticamente cuadruplican en votos a los republicanos, la monarquía se suicida, literalmente. Los monárquicos entregan el poder a los republicanos, fuertemente desmotivados por el importante ascenso de estos últimos. Nacía así un nuevo Régimen que pronto decepcionaría a algunos de sus más pertinaces valedores –Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Unamuno,…- y que albergaría una densidad de crímenes sin parangón en la historia reciente de la nación.

Pero no fue este, como es sabido, el primer intento de traer la República a España. Verbigracia, en diciembre de 1930, los republicanos planearon un golpe de Estado, salido del Pacto de San Sebastián, para instaurar la nueva forma de Estado. En ella participaron personajes de la significación de Queipo de Llano –luego en el bando nacional durante el alzamiento del 36- Maura, Alcalá Zamora, Azaña o el hermano del futuro Caudillo, Ramón Franco, militar masón y anarquista, a quien su hermano reconvino en una carta de indudable interés histórico:

Lo que podía encajar en el cuadro de mediados del pasado siglo es imposible hoy, en que la evolución razonada de las ideas y los pueblos, democratizándose dentro de la ley, constituye el verdadero progreso de la patria, y toda revolución extremista y violenta la arrastrará a la más odiosa de las tiranías.


No sería la última vez que Franco defendiera la legalidad vigente. Lo hizo siempre, a pesar de que no le gustara aquella República tan a menudo carente de orden y de ley. Su papel en defensa de la misma frente al Golpe revolucionario marxista y prosoviético que el PSOE y los anarquistas perpetraron en 1934 fue especialmente significativo. Sólo se sumó al alzamiento en última instancia, cuando la legalidad republicana había sido arrasada en buena parte del país por los desórdenes y las revueltas. 

Pero recordar hechos como estos en un país donde el maniqueísmo ahoga cualquier asomo de matiz acaso no sea de lo más apropiado.

Joaquín María Cruz Quintás

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