JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

La lengua sodomizada

Cuando la corrección política es llevada hasta lindes extremos y extremosos -tal es la obsesión de nuestros politicastros- halla, como inevitable corolario, el absurdo.

Cuando esta obsesión enfermiza (y, por ende, pandémica) viene macerada por arrobas de soberbia y de autosuficiencia, el destino es verdaderamente fatal. Pero no fatal en tanto que determinado por el fatum o destino. Fatal en tanto que la propia naturaleza de las cosas ha sido contravenida por unos salvadores -mesías de lo cursi- erigidos en victimarios orgullosos de la sociedad que los venera cada cuatrienio.

En el ámbito de la educación, la apología de la estupidez asienta sus posaderas de manera especialmente significativa en la lengua española. El llamado “lenguaje coeducativo” se ha extendido como una gangrena por el cuerpo educativo español, y sus frutos son devastadores. 

En primer lugar, porque el antedicho lenguaje o graznido viola sistemáticamente uno de los principios fundamentales de toda lengua, el de economía lingüística. Decir “alumnos y alumnas”, “profesores y profesoras” y “directores y directoras”, amén de una fanfarria difícilmente asimilable, atenta contra el principio básico mencionado.

En segundo lugar, porque el lenguaje o graznido coeducativo eleva la cursilería a dogma de fe. De esta forma, la candorosa Heidi, hablando al lado de cualquiera de los muchos fundamentalistas de la coeducación, podría parecer el prototipo de macho ibérico. 

En tercer lugar –y este factor es de una gravedad extraordinaria- porque desoye y ningunea las recomendaciones de la Real Academia de la Lengua, a la que alguna politiquilla de la Junta de Andalucía se ha atrevido a tildar de machista, a propósito de este tema. Esto es, se subordina el saber académico a las perversiones de la ideología. Hecho, de nuevo, propio de una dictadura: el sometimiento de las ideas y la cultura.

A la degeneración de la democracia, Aristóteles la denominó oclocracia. Pero de este tema, tan andaluz, hablaremos otro día.


Joaquín María Cruz Quintás

Los textos más leídos del blog