JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

La casi insólita sensatez de Muñoz Molina


El pasado miércoles tuve la suerte de poder acudir, en la vecina Úbeda, a la presentación de la última novela de Antonio Muñoz Molina, con presencia de su autor. Mientras aquel hombre menudo y con aspecto de opositor recién levantado, entre adánico y filosofal, hilvanaba un discurso preñado de coherencia y humanismo, mientras tejía aquella urdimbre de palabras y atinados conceptos como si de un tímido juglar se tratara, mientras nos enseñaba sin decírnoslo el modo de sacudirnos las babas del poder establecido, muchos de los allí presentes fuimos redescubriendo la honestidad intelectual del acaso mejor escritor de nuestras letras.

La noche de los tiempos, su nueva novela, está ambientada en los años de la II República española. Y de los hechos narrados en sus páginas, el lector podrá inferir la evidencia de muchos de los embustes que se nos vienen contando desde el mester de progresía, cuyos juglares son depositarios de otras actitudes menos virtuosas que las del autor jaenés.

Que la historia que nos cuentan en la tele –según la cual, Adán y Eva fueron expulsados de la II República- es una mera eyaculación mental carente en todo punto de base científica (esto es, histórica, y no exclusivamente memorialística) es un extremo que, para quien haya tenido acceso a la prensa y otras publicaciones de la época, carece de novedad. Sin embargo, escuchar la palabra mentira, aludiendo a los años 30, en boca de un republicano de izquierdas como Antonio Muñoz Molina es un hecho que otorga al pensamiento del novelista un extraordinario valor añadido. No es fácil abandonar el brasero del hogar progresista para ir a sacar la propia basura a la calle, porque huele y porque, fuera de las brasas, hace frío. Afirmaba Aristóteles: Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad. En este aserto está contenida toda una actitud intelectual que desprecia los ropajes hipócritas de lo que, sencillamente, no es.

Se afirma que la libertad es la capacidad humana para decir o no. Más bien, para decir no. Pero la idea, el concepto, de libertad está necesariamente imbricada con la de verdad, de modo que no hay una sin la otra, ni otra sin la una. Muñoz Molina, desde una izquierda escasa y reflexiva (que no desde la religión pogre, abundante y majadera por igual), se aleja de aquellos políticos irresponsables que llevaron a España al naufragio. No es el primer republicano en hacerlo: Gregorio Marañón, Ortega y Gasset y Pérez de Ayala, fervientes defensores del advenimiento de la II República, llegaron incluso a terminar justificando el Alzamiento. Es evidente que Muñoz Molina nunca cruzará ese umbral. Pero seguramente suscriba la trágica afirmación del último de ellos: Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a sus pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco. Lo que nunca pude concebir es que hubieran sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza.

Joaquín María Cruz Quintás 

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