JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

Obama travestido


No deja de resultar sorprendente el entusiasmo que viene despertando en la izquierda española la figura de Barack Obama. En concreto, Zapatero lo ha calificado nada menos que de “socialdemócrata puro”. Afirmación en extremo peregrina, pero que acaso no habría resultado tan grave si no la hubiera pronunciado tras escuchar el discurso del nuevo presidente del imperio, hasta ayer maldito.

En el mismo, y tras jurar solemnemente sobre la Biblia de Lincoln, el ungido Obama ha dicho sobre el mercado que “su poder para generar riqueza y expandir la libertad es inigualable”, a la par que ha postulado la necesaria vuelta a ciertos valores inmutables, eternos, ahora perdidos, entre los que se cuenta el patriotismo sin complejo. Pero, no conformándose con la vuelta a los virtudes antiguas -involución temporal, evolución moral-, el osado Barack se ha atrevido a rezar, junto a dos millones de personas, un padrenuestro para encomendarse a Dios en el inicio de su nuevo mandato, en un ejercicio de trascendencia que, en España, habría sido motejado de beato, ultraconservador o aproximadamente fascistoide.

El Zapatero convencido de la condición izquierdista de Obama me recuerda a cualquier alumno de la ESO que, después de haber estado escuchando durante todo un trimestre que el núcleo del predicado es el verbo, en el examen responde que el sustantivo. Tal es la consecuencia de no querer someterse a la razón, sino al automatismo del cliché y la idea preconcebida. Factor, por otra parte, indisoluble de algunas ideologías que hunden sus raíces en el siglo XIX, quiero decir en los años del Romanticismo. La subordinación de lo racional al impulso de la sentimentalidad y el discurso emocional, de la utopía -génesis de los mayores monstruos políticos del siglo XX en ambas márgenes, tangentes los extremos- viene a ser la línea estructural que vertebra todo un sistema de valores –más bien de contravalores- que hegemonizan, hoy por hoy, el pensamiento político de Occidente, con España en la vanguardia.

Quien ha abandonado la razón se siente capaz de afirmarlo todo, y aun de negar la evidencia más flagrante. Pero ya sabemos, desde Goebbels, que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. Al menos para las masas lejanas de rebeliones, para ese hombre-masa (pastoreado y sin aspiraciones morales) del que nos habló Ortega.

Joaquín María Cruz Quintás

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