Camino junto a los campos de Baeza entre versos –cómo no- de Machado, el hermano de don Manuel. Versos que permanecen cosidos en el altozano como cicatriz de una herida soriana que dora el cielo de Mágina, paseo de las murallas adelante. Desde allí diviso Jaén, y aquella montaña felina que impresionó a Dumas.
Y Biêsa se descubre desde Giên, y Giên se descubre de Biêsa, escribe el moro Sheriff Aledris en 1153. Y un anónimo jaenés, o -por mejor decir- aurgitano (en árabe, al Gaiyani):
Adiós, Jaén, ciudad mía, adiós Jaén;
por ti disperso mis lágrimas
como se dispersan las perlas.
No es cierto que yo quisiera separarme de ti
y, sin embargo, así lo ha decidido
nuestra época cruel.
La ciudad cuyo cuerpo es Cerbero duerme la lejanía de las brumas.
Y Biêsa se descubre desde Giên, y Giên se descubre de Biêsa, escribe el moro Sheriff Aledris en 1153. Y un anónimo jaenés, o -por mejor decir- aurgitano (en árabe, al Gaiyani):
Adiós, Jaén, ciudad mía, adiós Jaén;
por ti disperso mis lágrimas
como se dispersan las perlas.
No es cierto que yo quisiera separarme de ti
y, sin embargo, así lo ha decidido
nuestra época cruel.
La ciudad cuyo cuerpo es Cerbero duerme la lejanía de las brumas.
Joaquín María Cruz Quintás