JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

Padrecito Fidel

    Es posible que a mucha gente –fatalmente embaucada por la ponzoñita mediática que viene siendo instilada en España- lo de la manifestación a favor del Régimen cubano del pasado fin de semana en Madrid le haya causado la mayor de las sorpresas: ¿Cómo es posible que dicho acto fuera secundado por partidos como el PCE o IU, si son máximos defensores de la libertad y la democracia? ¿Por qué ondeaban en abrumadora abundancia banderas de la II República entre los manifestantes? ¿Qué hacían allí algunos actores del cine español defendiendo "los valores (sic) de la Revolución"?

    Para el español medio (el que ve todas las tardes las telenovelas politiquillas de sobremesa o se deja inyectar cada noche el aguijón político-socializante de muchas de las series españolas) lo de este sábado le habrá parecido una suerte de montaje televisivo. O quizá habrá pensado que en Cuba, en realidad, se debe de vivir que te jiñas, y que el verdadero montaje es el que hacen en la tele casi a diario con las imágenes de supuestos indigentes cubanos que mendigan a diario las migas de su pan. Todo, menos pensar que ese partido político que fue legalizado en España un Sábado Santo propugna una ideología del color del Viernes inmediatamente anterior.

    Pero los defensores españoles de la Revolución socialista (siempre bien pertrechados de banderitas del Che) vienen a ser, en puridad, los mismos que, en los años de la República, ensalzaron como modelo de imitación al más criminal de los regímenes que hayan conocido los siglos, el del padrecito Stalin, quien tuvo como proeza más encomiable dejar los crímenes de Hitler a la altura de una zapatilla rusa; los mismos que decían que la española era una democracia burguesa, y que el único camino plausible era el de abocar la República hacia el totalitarismo socialista por medio de la Revolución. Todo lo cual sin que a muchos se les cayera la palabra “democracia” de la boca. Ni la cara de vergüenza, tampoco. Algo muy actual, como ven.

    En realidad, al partido de don Cayo le ocurre como al de José Antonio: que siempre le revolotean los “intelectuales” alrededor. Famosa era la corte de poetas que cortejaba al fundador de Falange Española, y conocidos los nombres de la cultura actual que ligotean con el otro extremo: la “intelligentsia rusa”, que diría aquel Inman Fox permeado de idealismo alemán, con más acierto hoy en lo de “rusa” que en lo de “intelligentsia”. Sobre todo porque el término “intelectual”, en tanto que sustantivo con la actual acepción, significa desde el siglo XIX “pensador crítico”, y no beneficiario de la mamandurria ni apologeta de los dogmas revolucionarios.

Joaquín María Cruz Quintás



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