JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

Los que ven la tele ya sabían lo de Lorca

Andan a la gresca en las últimas semanas los universitarios (especialmente los granadinos) a propósito de la consideración que el profesor José Antonio Fortes ha realizado sobre el vínculo de la literatura lorquiana (en su adscripción neopopulista) con los presupuestos ideológicos del fascismo. El atrevimiento, a García Montero, le ha sentado como un tiro y, bien sazonado con abundantes malquereres personales hacia el antedicho, ha terminado por desembocar en disparate.

Realmente, todos han pecado un poco de «acusicas»: García acusa a su enemigo de tiza y cátedra de acusar al poeta de fachilla, mientras que el colectivo de alumnos de la universidad de Granada acusa al cónyuge de Almudena Grandes (obviando acaso tal penitencia, o considerándola insuficiente) de falsas acusaciones contra su profesor. Entretenido.

En realidad, lo que el marxista Fortes escribe es que en la literatura de Lorca se exaltan valores próximos a los del fascismo español. A saber: «la ideología de la madre, la ideología de la sangre, la ideología de la tierra, la ideología del alma del pueblo, la ideología de la raza, la ideología de la familia, la ideología patriarcal autoritaria, la ideología de la jerarquía social natural, la ideología de la sexualidad reproductora, la ideología del matrimonio, la ideología tradicionalista, la ideología liberticida, la ideología de la inhibición sublimadora, la ideología del irracionalismo, la ideología de la violencia, la ideología de la fuerza».

Siendo discutibles –como es sano, por otra parte- algunas de estas premisas (tanto para el orden ideológico del fascismo como para el andamiaje ideal del poeta) lo cierto es que no parece motivo para rasgarse las vestiduras. Pero Lorca procedía de familia acomodada, se peinaba con fijador, vestía trajes y corbata, tocaba el piano, y -¡oh, poetilla reaccionario!- en su pluma temblaba el pulso de la tauromaquia: «La luna de par en par,/caballo de nubes quietas,/y la plaza gris del sueño/con sauces en las barreras».

Así que no era necesario haber leído al poeta. Para muchos, idiotizados por los clichés ideológicos que vomita la televisión y el cine en España, aquellos serían indicios más que suficientes para colgarle el sambenito más rentable del momento: «Este tío es un facha».

Joaquín María Cruz Quintás

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