JOAQUÍN MARÍA CRUZ QUINTÁS (Jaén, 1981) es licenciado en Filología Hispánica por la UJA. Doctorando en posesión del Diploma de estudios avanzados (DEA), otorgado por las Universidades de Jaén y Granada, dentro del Programa interuniversitario de doctorado El Veintisiete desde hoy en la literatura española e hispanoamericana (La Edad de Plata). Profesor de Lengua castellana y Literatura y Latín en el I.E.S. Ruradia (Rus, Jaén).

La educación bastardeada



Cuando don Quijote -en el capítulo XXXVII de la primera parte del libro y presidiendo la mesa donde el ventero les había aparejado la cena a él, a Sancho y demás huéspedes-propugna sin menoscabo la superioridad del ejercicio de las armas frente al de las letras, realiza a su vez un sólido encomio de las últimas, aludiendo a las penurias que habían de soportar los estudiantes de los años áureos:

«Por este camino que he pintado, áspero y dificultoso, tropezando aquí, cayendo allí, levantándose acullá, tornando a caer acá, llegan al grado que desean; el cual alcanzado, a muchos hemos visto que, habiendo pasado por estas sirtes [escollos] (…) los hemos visto mandar y gobernar el mundo (…) premio justamente merecido a su virtud»

Pero el discurso se erige también en una metáfora del posible camino del estudiante, una vez superadas en nuestra época las precariedades aludidas. No existe proceso de enseñanza y aprendizaje exento de caídas y contrariedades, de soledades y fracasos, de dudas y de dientes apretados. Es el precio que exige la búsqueda de la excelencia, nombrada por los griegos de la Edad Clásica como areté. Hay, sin embargo, padres que, frente a los clásicos grecolatinos, prefieren a los políticos españoles, y abogan por una educación infectada (e infestada) de igualitarismo, que no es sino el hermano bastardo de la igualdad. Pero fue Aristóteles quien afirmó que «quienes educan bien a los niños merecen recibir más honores que sus propios padres, porque aquellos sólo les dieron vida, estos el arte de vivir bien». Y fue un rabino judío nacido en Belén quien abajó la mediocridad a la categoría de pecado en una parábola conocida como «de los talentos».

Sin embargo, arrumbadas las lenguas y culturas maternas en las cunetas del sistema educativo y demonizada la religión cristiana como supuesta fuente de conflicto, esto es, arruinados los cimientos esenciales de la civilización occidental -la más fecunda de las existentes-, la suerte de la misma parece estar echada.

Joaquín María Cruz Quintás.

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